Description
Wichie Torres (1952-2020). Me atrevo aseverar que el artista ponceño nacio con el pincel en sus manos. En una entrevista realizada en el 2011 nos comenta que su querida madre Doña Tita se percata de que a los cuatros años Wichie lo dibujaba todo. Dibujaba hasta las paredes de madera de su humilde casa del barrio San Antón. Estamos hablando del año 1955. Con mucho sacrificio Doña Tita lo matricula en clases de dibujo. En el año 1961, a la edad de 9 años, fue aceptado en los grupos sabatinos de la profesora española Carola Colom Covas. En esa epoca recibio instruccion de la tambien Prof. Nilda Monsanto. Enmarcando los datos historicos, para esa epoca el Maestro Miguel Pou habia fallecido en el año 1965. El Maestro ponceño Epifanio Irizarry era el discipulo mas cercano del Maestro Pou que estaba en los alrededores de la ciudad Señorial. Pero Wichie y Epifanio no se conocian para esa epoca. Se podria inferir que las maestras Carola Colom Covas y Nilda Monsanto venian de la escuela de Miguel Pou e influenciaron a su ves al artista con su estilo costumbrista. Durante el año 1967 el entonces joven industrial Salvador “Chiri” Vassallo detuvo su carro frente a una humilde casa del barrio San Antón, atraído por la imagen de un joven negro que pintaba sobre un canvas en el balcón. El adolescente manejaba el pincel y reproducía en la estirada tela su entorno social. Impresionado por la pasión artística de aquel joven, el industrial “movió” sus contactos para conseguirle una beca de verano en la Escuela de Artes Plásticas en San Juan,donde estudio bajo la tutela de Frank Cervoni. Es así que Wichie Torres, logró su gran oportunidad para estudiar y desarrollar su pasión, la pintura. En 1969 dos años más tarde,Wichie se graduo de Escuela Superior en Ponce y sus ansias de desarrollo lo llevaron a la Gran Manzana, donde estudiando bajo la tutela del español Rafael López Sustachi comenzó a vender sus creaciones y a verse a sí mismo como un artista profesional. Comenta Wichie“Allí vendí mi primer trabajo. Se llamaba ‘Pelea de Gallo’ y me la compró Badillo, el congresista. Me pagó $200”. Mientras laboraba en la ciudad de Nueva York, recibió noticias de que la Universidad Católica organizaba un concurso y que ofrecía una beca de cuatro años para el ganador. “Como yo estaba por allá, no tenía forma de enviar una muestra y que llegara a tiempo”, recordó Wichie. A pesar de ello, el artista finalmente entró y ganó el concurso con una pieza llamada “Mi Barrio” que hacía años le había regalado a don Florencio -el conserje de la Ponce High- y quien muy amablemente se la prestó para someterla. Gracias a esa beca, se expuso a una educación formal y alcanzó su bachillerato. En ese momento, su trabajo se caracterizaba por temas costumbristas y por paisajes, especialmente campiñas enmarcadas por coloridos flamboyanes. Corría la década del 1970, las luchas sociales y la revolución de la contra cultura dominaba el mundo del arte, por lo que las obras de Wichie eran vistas como “comerciales” y “simplistas”. “Pintores de cromos nos decían”, recordó además, mientras aclaraba que aun así, sus cuadros se vendían mucho. Las críticas no le afectaban tanto, pues según explica, hacía lo que más le gustaba, documentar y rescatar el recuerdo de su feliz niñez en el barrio San Antón de Ponce. Si algo caracterizaba ese recuerdo fueron los colores brillantes, típicos de las culturas afrocaribeñas. “El color estaba en todos lados, en las casas, la ropa, los jardines, los altares… cuando único la gente se vestía de blanco o de negro era pa’ los funerales”, continuó. En el 1973 decidio tomar un camino diferente.Mexico.En esta oportunidad fue a estudiar a la Academia de Arte San Carlos de la Universidad Autonoma de Mexico. Pero Puerto Rico continuaba siendo su gran fuente de inspiracion.El artista regresa a celebrar sus raices en sus pinturas. En el 1975 regreso a Puerto Rico donde se entrego se en cuerpo y alma a los lienzos,los pinceles y los colores. La vida y visión estética de Wichie cambió la noche del 7 de octubre de 1985.Tras intensas lluvias, miles de personas -entre las que se encontraban algunos de sus compañeros de la escuela superior- yacían muertos bajo la montaña de lodo que arropó a la comunidad Mameyes en Ponce. El evento le impactó de tal manera que toda su visión estética se tornó oscura, dramática, violenta. Cuadros nocturnos cubiertos por una capa de pequeñas rayas blancas evocaban la tragedia. Sin embargo, y a pesar de su tristeza, fueron estos trazos los que demostraron que Wichie no era sólo un “pintor de cromos”. Al cierre de esa década fue por un error que volvió a cambiar su estilo y a desarrollar una nueva propuesta. “Estaba pintando y se me derramaron unas gotas de color sobre el canvas. Me llamaron la atención, pues una parecía un triángulo y como que le daba dimensión al cuadro. Así nació el estilo de los triángulos”, recordó. Esta nueva proposición artística, empero, no sólo era una nueva técnica. Era un nuevo contenido. Regresaron los colores brillantes y los temas pueblerinos, pero esta vez más bohemio.Escenas de clubes nocturnos con voluptuosas mujeres dominaban la plástica artística de Wichie. La última década del siglo XX trajo nuevos retos al pintor ponceño. Con sólo 40 años, su corazón lo traicionaba y lo colocaba de frente a la muerte. Arrancado de sus manos por la maravilla de la ciencia y con un corazón de “segunda mano”, volvió a pintar. Lejos de ser trabajos tristes, sus pinturas en esta época se tornaron más brillantes y complejas. Utilizando peces como bloques de construcción de las figuras, su pintura se transformó en un trabajo multidimensional, donde la combinación de pequeños animales acuáticos daban vida a las figuras deseadas. Con la picardía y jovialidad que lo caracteriza, confiesa que la técnica de los peces surgió también por un error. “Estaba pintando, se me fue el pincel y salió como un ojo de pez. Me di cuenta que se veía interesante, así que por ahí me fui”, rememoró. Diez años más tarde, y con otro corazón nuevo -el segundo que le implantaron- Wichie volvió a evolucionar como artista. Su obra ahora era madura, los temas seguían siendo los mismos -quijotes, mujeres voluptuosas y placeres como el vino, la comida y las fiestas- pero esta vez, la técnica se centraba en fuertes trazos producto de la espátula. Por supuesto, los colores brillantes de su amado barrio de San Antón permanecían constantes, aunque eso también iba a cambiar. A sus 57 años, con tres corazones en su historial médico, además del padecimiento de gota y otras dolamas… con sobre cinco mil cuadros producto de sus manos, 400 exposiciones y más de 250 reconocimientos y premios a su haber, Wichie ahora enfrenta un nuevo reto. Sus ojos se cubren con un velo que le reduce su capacidad de distinguir los colores. Pero como aquel caballero de triste figura que protagoniza muchos de sus cuadros, el artista no se rinde. Por el contrario, utiliza su adversidad personal para reinventarse y generar una nueva oferta. Una propuesta permeada ahora por el blanco, por colores pasteles y los grises claros que dan vida a sus temas de siempre: los quijotes, las mujeres fuertes y los placeres de la vida.